En lugar de hablar bien de Rusia, Russia Today se dedica a socavar las democracias occidentales y sus instituciones aglutinando a un público antisistema, escriben Daniel Iriarte y Ángel Villarino para El Confidencial.
Informarse a través de Russia Today (RT) es subirse a una adictiva montaña rusa que te lleva de las alturas del mejor periodismo al fango de las teorías de la conspiración en cuestión de minutos. Sus servicios informativos alternan con naturalidad la idea de que el ébola se fabricó en un laboratorio militar de EEUU, la cobertura intachable de un olvidado conflicto africano, propaganda descarada de los intereses rusos en Siria, la crónica aséptica de un corresponsal en París o delirios como este sobre la aparición de Satanás en Arizona. Un periodista con larga experiencia en Rusia lo define como «una obra maestra de la posverdad» y, al mismo tiempo, como una historia de éxito del ‘poder blando’ con un enorme recorrido en Internet.
Aunque empezó exclusivamente en inglés, RT tiene ya canales y plataformas ‘online’ en seis idiomas. Y desde el año 2009, también emite en español. Todo se cocina desde la sede central, en la calle Borovaya de Moscú, en un discreto edificio de oficinas a 15 minutos en metro del centro de la capital y cuyas ventanas posteriores dan a las vías del tren. Editores y redactores jefe, casi todos rusos, trabajan allí codo con codo con una nutrida red de corresponsales y periodistas hispanohablantes. Entre todos elaboran una parrilla pensada para el público de América Latina y, en menor medida, para el de España. «El éxito es que el que sintoniza, o el que llega por Facebook, se encuentra cosas interesantes, distintas, contadas por alguien cercano, que puede ser de Bogotá o de Jaén, con información cañera y bien facturada. Mucha gente lo sigue y ni siquiera sabe que se trata de un medio pagado por el gobierno ruso», resume un extrabajador de la cadena.
La linea editorial evoluciona y se adapta al público objetivo, en función del idioma y el momento. «Es muy interesante comparar cómo están tratando el tema de los refugiados en el canal en español y en la web que tienen en alemán», dice Nicolás de Pedro, investigador principal del Centro de Asuntos Internacionales de Barcelona (CIDOB) para el espacio postsoviético. «En el enfoque de este último, la UE es mala porque está dejando entrar a esta gente que va a destruir la sociedad desde dentro. Pero en español, donde el público es otro, más bien de izquierdas, el enfoque es que la UE permite que los inmigrantes se ahoguen en el Mediterráneo, acusándola de ser una entidad insolidaria que traiciona sus propios valores”.
Pese a que algunos analistas extranjeros sospechan que sus cifras están hinchadas, la fórmula ha logrado un éxito indiscutible en Internet. Su cuenta de Twitter en español, por ejemplo, tiene más de dos millones de seguidores, de los que en torno al 15% resultan inactivos, una cifra que sugiere que no están comprando ‘followers’, al menos no demasiados. Si los damos por válidos, los datos de audiencia de los que presumen superan con creces a los canales en inglés o español de otros países que también buscan aumentar su ‘poder blando’ y su proyección internacional como Japón, China o Alemania. «Nuestra competencia hoy no son las televisiones nacionales, sino CNN o Al Jazeera«, reivindica uno de sus reporteros en activo.
Periodistas españoles motivados
Victoria Vorontsova, la directora del canal en español, asegura en una entrevista por ‘email’ que «RT lo ven ya unos 70 millones de personas en 38 países de todo el mundo. En 10 países europeos, incluyendo España, hay 36 millones de espectadores a la semana. Y el canal en español forma parte de las redes de televisión estatal en Argentina y Venezuela. Además, sus contenidos están incluidos en la programación de canales nacionales de Ecuador, Bolivia, Perú, México y otros países latinoamericanos».
«Mi impresión es que en Latinoamérica la imagen de Rusia es bastante positiva, como contrapeso a EEUU, y eso es un filón que merece la pena explotar”, explica De Pedro. «Hablamos de cientos de millones de potenciales espectadores y, en muchos casos, se trata de países con los que el Kremlin tiene una relación histórica, como Cuba o Nicaragua. En otros, como Venezuela o Argentina, hay una afinidad de agenda».
La versión en español de su web alcanza los 24 millones de páginas vistas al mes, de las cuales el 15% llegan desde España, en buena parte desde redes sociales. Y su canal de Youtube también tiene un enorme arrastre. «Somos el mejor canal de noticias de televisión no anglosajón de la red. Nuestra popularidad se debe a que nuestro equipo es joven, variado, emprendedor y ha entendido desde el principio que hoy en día la gente consume noticias de manera diferente a como lo hacía 10 años atrás», dice Vorontsova.
Según el testimonio de varios trabajadores y extrabajadores, en la redacción no se reproduce el ambiente de desánimo y falta de tensión informativa propios de los medios estatales en países como China. En RT trabajan 2.300 personas de 40 países, con sueldos que no tienen nada que envidiar a los de los medios españoles que mejor pagan. Decenas de jóvenes periodistas españoles han conseguido en Moscú una oportunidad laboral en un sector especialmente castigado por la crisis. Aunque no hay datos oficiales, el instituto de investigación húngaro Political Capital calcula que Moscú dedica 370 millones de euros al año en su plan de medios en el extranjero, que incluye a RT.
Durante la elaboración de este reportaje, la cadena prohibió hablar con medios extranjeros a sus redactores, por lo que ninguno de ellos se prestó a que se publicasen su nombre y apellidos. De entre quienes lo hicieron, nadie ofreció una imagen negativa del medio. Algunos declinaron educadamente responder a las preguntas asegurando que se iba a malinterpretar lo que dijesen porque todo lo que se escribe en la prensa occidental presenta «un sesgo rusófobo» con el que no querían colaborar. Un argumento frecuente en las conversaciones fue que Russia Today «no hace nada que no haya hecho la CNN«.
Según un periodista con años de experiencia en Rusia, en RT «hay buenos periodistas, y parten de la base de que muchos medios anglosajones son injustos con su cobertura de Rusia, algo que es verdad. A partir de ahí generan una comunidad de seguidores entre un público antisistema en todo el mundo. Son bastante inteligentes y bastante buenos, ojalá en España supiéramos vender el ‘poder blando’ así de bien. Ellos no persiguen vender las excelencias de Rusia, sino los problemas del resto del mundo. Dan un mensaje negativo de todos los países con los que Rusia se enfrenta y es más o menos su línea editorial. En el caso del canal en español se trata de hablar mal de México y bien de Venezuela; mal de Colombia y bien de Cuba; y por supuesto mal de EEUU y del Reino Unido».
¿Para qué sirve RT?
El Kremlin creó Russia Today en 2005 a imagen y semejanza de los canales internacionales que mantienen otros muchos países (de Japón a China, pasando por Reino Unido, Alemania, Irán o España). El informe de medios de la BBC define sus inicios así: «Parecían seguir el modelo establecido por las cadenas internacionales occidentales, como CNN o BBC. Los boletines de noticias no tenían nada de controvertido y gran parte del resto de su programación estaba dirigida a cumplir sus prioridades originales, ofreciendo a las audiencias internacionales una ventana a la cultura, la historia y la geografía rusa».
Pronto se llegó a la conclusión de que esa fórmula no solo no atraía audiencia sino que no servía tampoco a los intereses del país. En 2008, durante la guerra con Georgia, decidieron cambiar de modelo. La imagen corporativa pasó a privilegiar las iniciales (RT) y a asumir el siguiente eslogan: «Hazte más preguntas». Según el informe de la BBC, viraron hacia un modelo en el que la prioridad era hacer «cruda, emotiva y mendaz propaganda«.
Vorontsova resume la postura del canal frente a esas críticas. Afirma que son independientes del Kremlin desde el punto de vista editorial y que no hacen nada que no haga el resto de televisiones financiadas por gobiernos, incluida la BBC o RTVE. «Tenemos una visión crítica sobre temas importantes que rara vez son examinados de esa manera en la mayoría de los medios ‘mainstream’, que solo permiten la emisión de una limitada variedad de opiniones aceptables. Esto es simplemente buen periodismo. La estrategia supone un desafío al ‘establishment’ mediático-político que durante mucho tiempo mantuvo el monopolio informativo y, como resultado, trata de etiquetar, desestimar o silenciar las escasas voces disidentes».
La comparación con CNN Internacional o BBC no se sostiene porque, aunque estas cadenas también defienden los valores de sus respectivos países y ven el mundo desde Washington o Londres, permiten diferentes grados de crítica con sus respectivos gobernantes. Ahí está, por ejemplo, la extensa e hipercrítica cobertura de los disturbios raciales de Misuri. «Yo no dudaría en describir lo que hacen como propaganda, aunque no es como la que veíamos en el período soviético, ni como la de las televisiones de hoy en China, Irán o Corea del Norte», responde el periodista estadounidense Casey Michel, que monitorizó la versión inglesa del canal durante meses a lo largo de 2015. «RT es propaganda moderna, sofisticada y del siglo XXI, tal vez el mejor ejemplo de ella», insiste.
Gleb Pavlovsky, un consultor político que trabajó en las campañas electorales de Putin, asegura que «la diferencia entre la propaganda en la URSS y en la nueva Rusia es que en tiempos soviéticos el concepto de verdad era importante. Incluso cuando mentían, se cuidaban de demostrar que lo que decían era ‘la verdad’. Ahora nadie intenta demostrar ‘la verdad’. Puedes decir lo que sea. Crear realidades”. Escribiendo sobre este canal, David Remnick, excorresponsal en Moscú al final de la época soviética y hoy editor de la prestigiosa publicación ‘The New Yorker’, señala: «RT hace brotar en la audiencia una sensación: ‘¡Los rusos tienen cierta razón!'».
¿Propaganda posmoderna?
El derribo del vuelo MH17 de Malaysian Airlines sobre el este de Ucrania en julio de 2014 permite entender cómo funciona la propaganda posmoderna rusa. Aunque no se puede afirmar con total certeza, la mayoría de los expertos internacionales que han investigado el tema creen hoy que los responsables fueron rebeldes prorrusos que lo tumbaron por error y creían haber atacado un avión militar ucraniano. Sin embargo, RT sostuvo desde el primer momento (igual que el resto de los medios rusos) que los ejecutores del derribo fueron militares ucranianos, o tal vez estadounidenses.
En apenas una semana, RT no dudó en publicar numerosas versiones contradictorias entre sí: primero aseguraron que había sido un misil ucraniano, que en realidad intentaba nada menos que impactar contra el avión personal del presidente Putin, que sobrevolaba la misma zona a la misma hora. Después insinuaron que cazas ucranianos volaban por allí cerca y podrían haber sido ellos. Finalmente dejaron caer la hipótesis más conspiranoica: el avión iba repleto de expertos médicos en la lucha contra el sida, que estarían a punto de lanzar al mundo una vacuna contra la enfermedad, y que esta podría haber sido la razón del incidente.
Más espectacular aún fue la publicación de una entrevista con un supuesto controlador aéreo español, «Carlos», alias @spainbuca en Twitter, que aseguraba estar trabajando en el aeropuerto de Borispol cuando se produjo el incidente, y según el cual los responsables del derribo habrían sido los ucranianos. Sin embargo, el montaje fue pronto desmentido, cuando las autoridades de Kiev confirmaron que, por ley, los controladores aéreos del país deben tener nacionalidad ucraniana. De acuerdo con la embajada española en Ucrania, nadie de la comunidad española parecía conocer a «Carlos». Y su perfil era más que sospechoso: el mismo individuo había concedido una entrevista a RT dos meses antes, en la que aseguraba haber tenido que huir de Ucrania debido a las amenazas de los partidarios de la revuelta del Maidán, por expresar su opinión (prorrusa) al respecto.
«Cuando ya estaba claro que era un bulo, lo seguían sacando como si fuera una fuente creíble», dice De Pedro, investigador principal del Centro de Asuntos Internacionales de Barcelona (CIDOB) para el espacio postsoviético. «OK, te pueden colar una historia falsa porque vas con prisa y tal, pero si ha sido así lo normal es pedir disculpas, y más si le has entrevistado en horario de máxima audiencia. Pero ellos siguieron hablando de él durante mucho tiempo», insiste.
Guerra informativa
La persona que lleva desde el inicio al frente de todos los canales de RT es Margarita Simonyan, una joven y brillante periodista de origen armenio, producto de la nueva clase media rusa (hija de un reparador de frigoríficos y un ama de casa) que pasó un tiempo en Bristol aprendiendo inglés. Tras licenciarse en Periodismo hizo una fulgurante carrera cubriendo algunos de los momentos más sangrientos de la historia rusa reciente, como la segunda guerra de Chechenia o la masacre de la escuela de Beslán. Nacida en 1980, se le encargó liderar el proyecto cuando tenía solamente 25 años y cuenta con la confianza de Putin, quien al menos en una ocasión le ha enviado flores a su despacho.
En una entrevista con un medio ruso (‘Afisha‘), Simonyan ofreció un retrato de las prioridades de la cadena que suena bastante honesto. «Es importante tener un canal al que la gente se acostumbre y que, después, cuando lo necesitemos pueda mostrarles lo que tú quieres mostrarle. En cierto sentido, no tener tu propia cadena extranjera es comparable a no tener un ministerio de defensa. Cuando no hay guerra, parece que no lo necesitas. Pero en caso de guerra, es indispensable«.
Extractos enteros de esa entrevista aparecen en el informe con el que la CIA intentó documentar la labor de Rusia para desestabilizar EEUU y aupar al poder a Donald Trump y en el que RT tiene un enorme protagonismo (ocupa seis páginas). El informe entero eleva acusaciones que no tienen nada de especial y que se podrían extrapolar a muchos otros proyectos mediáticos pagados con dinero público, como el conglomerado Voice of America pagado por EEUU. El texto, por poner otro ejemplo, habla de cómo RT trata de trasladar a otros países las mismas cuestiones que la prensa anglosajona plantea sobre la calidad de la democracia rusa o de su cobertura del movimiento Occupy Wall Street.
De todo menos de Rusia
Expertos y extrabajadores coinciden en que uno de los aciertos de RT es que prefiere hablar del resto del mundo en lugar de centrarse en lo que hace Rusia, solventando un viejo problema de la propaganda para seducir audiencias extranjeras. «No aburren a la gente diciendo lo buena que es Rusia, sino que se dedican a explicar lo malos que son los EEUU», resumen. «Los objetivos son dos. Uno, crear desconfianza entre las audiencias occidentales hacia sus propias instituciones», comenta Casey Michel. «El otro es sembrar la confusión. En ese sentido, RT no miente todo el tiempo. Hay mentiras y falsedades ocasionales, relativamente directas, sobre asuntos relacionados con Rusia y otros países, como Ucrania y Georgia, o con grupos a los que respaldan».
«RT hace una defensa cerrada de la política rusa, lo que entra dentro de lo previsible. Lo que veo grave, y por eso no lo considero un medio convencional como la CNN o Al Jazeera, es que participan activamente o promueven campañas de desinformación. Desinformar no es dar otros puntos de vista, traer a gente diferente o a expertos desconocidos, sino difundir información falsa a sabiendas de que es falsa, porque el único objetivo es usar la información como un arma para erosionar a cierto adversario», dice De Pedro. «Eso es una particularidad de RT que no veo en otros canales. No es exactamente propaganda. En España esto es un poco difícil de explicar porque tenemos un panorama mediático muy dominado por la opinión, las tertulias y con medios de comunicación bastante sesgados. Pero esto es un paso más allá».
Bajo ese esfuerzo se sacrifica la coherencia editorial o la propia posición política del gobierno ruso. «La propaganda tradicional de un país que está en contra del matrimonio homosexual sería criticarlo o condenarlo en todo el mundo. RT puede defenderlo en un idioma y condenarlo en otro. Como además los rusos no lo ven, tampoco pueden indignarse. Más que una línea editorial, tienen un espíritu editorial, de una manera de hacer las cosas», explica un diplomático europeo en Moscú.
«Es una propaganda muy sofisticada, muy basada en la confusión, muy moderna, muy orientada a darle vueltas a todo», dice un periodista con muchos años de experiencia en Rusia. «Tal vez me equivoque, pero nunca les he visto emitir una corrección. Eso, para mí, es uno de los mayores indicadores de que no son un medio de comunicación sino de propaganda. No están interesados en la verdad, sino en promover su versión de los hechos», acota Michel.
En diciembre de 2015, RT respondía a las críticas de la prensa estadounidense con un vídeo satírico genial titulado ‘Mira como funciona realmente el malvado megáfono de la propaganda del Kremlin‘ en el que Simonyan se paseaba vestida con un sombrero de pieles por una redacción en la que había extranjeros en mazmorras soviéticas, montajes de guerra sobre un fondo croma, un presentador esposado a la mesa frente a un vigilante que amenazaba con pegarle un tiro, un oso con un maletín lleno de dinero y un montaje en el que Putin en persona supervisaba todo. Al final de la sátira aparecen en pantalla varias frases de políticos y periodistas estadounidenses criticando ásperamente a RT. Y una respuesta del canal. «Sigamos haciéndoles rabiar». En ello están.
Fuente: El Confidencial