Fuente: Ksenia Kirillova, para Krym.Realii
Los medios de comunicación han escrito muchas veces sobre cómo la propaganda en Rusia intenta involucrar al mayor número posible de personas en la guerra. Sin embargo, las investigaciones sociológicas muestran que la participación en las actividades de las organizaciones creadas por el Kremlin influye en la elección de la gente de ir al frente incluso más que los llamamientos agresivos de los medios oficiales, escribe CEPA.
A finales de octubre, la revista Sociological Forum publicó un artículo de las investigadoras del Laboratorio Público de Sociología, Natalia Savelyeva y Svetlana Erpyleva. En él, las autoras recopilaron entrevistas con residentes del territorio del Donbás, controlado por Rusia, que en 2014 comenzaron a luchar contra las autoridades oficiales de Kyiv. La atención de las investigadoras se centró en qué motivaba a los civiles comunes a tomar las armas y si había una cierta inclinación que determinaba su elección.
En su entrevista, las autoras del informe explicaron que identificaron cinco trayectorias de participación de las personas en el conflicto determinadas socialmente, y dos categorías prevalecen entre los residentes locales del Donbás. En primer lugar, se trata de «gente común» a menudo con educación superior, que comenzó a participar en las actividades de «Anti-Maidán», «brigadas móviles» para proteger sus distritos y otras organizaciones similares que surgieron en Ucrania a principios de 2013-14 bajo los auspicios del gobierno del presidente prorruso Viktor Yanukovich. Según las autoridades ucranianas, los provocadores rusos —que vinieron directamente de Rusia— participaron activamente en las actividades de «Anti-Maidan».
Al principio no querían participar en combates
Natalia Savelyeva
Según los sociólogos, para estas personas fue la participación en tales organizaciones la que las llevó hacia la participación en la guerra «híbrida», en gran parte debido al temor a la desaprobación o incluso a las represalias de sus propios camaradas. Si los «voluntarios» que llegaban desde Rusia al Donbás a menudo ya tenían experiencia de combate y estaban motivados ideológicamente, los residentes locales llegaban al frente la mayoría de las veces «accidentalmente», ya sea involucrándose gradualmente en las actividades de grupos paramilitares o como resultado de la pérdida de sus empleos, la falta de dinero y la falta de alternativas.
«Este gran grupo de la ‘gente común’ se vio arrastrado a la guerra no automáticamente, sino como resultado de una serie de decisiones que habían tomado durante los seis meses anteriores. Al principio no querían participar en combates», explica Natalia Savelyeva.
Es significativo que a las mismas conclusiones llegan los psicólogos que trabajan con los reclutas desde Rusia, que fueron enviados al frente ya después del inicio de una invasión a gran escala. Según ellos, al recibir una citación o acudir a la comisaría militar, una persona todavía espera evitar llegar al frente y simplemente tiene miedo de desobedecer la orden del «hombre de uniforme». Como señala la psicóloga Ekaterina Kronhaus, las personas toman muchas «pequeñas no-decisiones» bajo la influencia de la inercia, lo que eventualmente las lleva al frente en contra de su voluntad.
Todos estos estudios muestran que la forma más eficaz de involucrar a una persona en la guerra no es la propaganda ni siquiera un intento de motivarla con finanzas, sino incluirla en una serie de acciones aparentemente «inocentes», cuyo rechazo amenaza con consecuencias desagradables: del juicio público a la prisión. Al llevar a cabo estas acciones una tras otra, las personas encuentran cada vez menos fuerza para resistir la presión externa y dependen cada vez más de la opinión de los demás.
Por este motivo, suscita cada vez más preocupación la participación de niños y adolescentes en actividades paramilitares, que se promueve especialmente activamente en los territorios ocupados. A diferencia de la propaganda “ordinaria” en forma de, digamos, las “charlas sobre cosas importantes” que puede ser rechazada por los escolares, en este caso los niños participan en la experiencia colectiva de la guerra. Así, a partir del 1 de septiembre se introdujo el entrenamiento militar inicial obligatorio en todos los territorios ocupados de Ucrania. Durante su curso, a los estudiantes de la secundaria se les enseña a manejar varios tipos de armas, lanzar granadas, controlar drones y marchar en formación.
Aparte de los entrenamientos militares básicos, a los alumnos se les involucra a la ayuda directa para los militares, como por ejemplo, tejiendo redes de camuflaje y haciendo velas para trincheras. En este caso, se calcula que incluso los niños proucranianos que no apoyan la ideología oficial del «russkiy mir» se involucrarán sin saberlo en actividades pro-guerra del lado de Rusia, y entonces ya no podrán ir en contra de sus camaradas.
Al mismo tiempo, en Rusia se está desarrollando una red de centros para el entrenamiento militar y deportivo de jóvenes fuera de los colegios. Este año, comenzaron a funcionar los primeros 12 centros en varias regiones rusas, como Buriatia, Tartaristán, Kalmykia y en el territorio ocupado de la región de Donetsk. En total, este año está previsto formar a 9.000 personas de entre 14 y 35 años, y en la formación participarán «instructores con experiencia en combate».
Además del entrenamiento militar, los jóvenes también participan activamente en la denuncia y la “lucha contra los enemigos”. Por ejemplo, en Crimea se anima activamente a los voluntarios a ayudar a la directora de la Liga Internet Segura, Kateryna Mizulinia, a «detectar contenidos peligrosos relacionados con la realización de una operación militar especial», es decir, «publicaciones destructivas en las redes sociales». En este caso, la persecución de los disidentes se convierte para tales voluntarios no sólo en una norma socialmente aprobada, sino también en una experiencia personal.
Por supuesto, no se puede descartar la propaganda «ordinaria», especialmente dirigida a los niños. Los psicólogos señalan que los niños tienden a tomar por fe las palabras de los adultos, y muchos de ellos pueden dejarse seducir por los símbolos de poder y autoridad que conlleva la propaganda. Los más susceptibles a la influencia de la propaganda son los niños cuyas familias tienen problemas con la autoridad de sus padres.
La bióloga Irina Yakutenko, por su parte, señala que las actitudes aprendidas en la infancia son muy difíciles de corregir más adelante. Según ella, la reacción de miedo y agresión inculcada en la infancia se desencadena automáticamente en la edad adulta, incluso si contradice las opiniones conscientes de la persona. Esta reacción se llama «sesgo implícito» y es muy difícil deshacerse de ella. En este caso, ese prejuicio se forma activamente contra los ucranianos, los disidentes, los ciudadanos de los países occidentales, etc. Los comentaristas señalan que esto ya está provocando un aumento incontrolado de la violencia y los conflictos interétnicos en Rusia, y esto parece ser sólo el comienzo del proceso.
Fuente: Ksenia Kirillova, para Krym.Realii
Artículo reimpreso con autorización del Centro de Análisis de Políticas Europeas (CEPA)