Fuente: Ksenia Kirillova, para Krym.Realii
El motín armado del fundador de la empresa paramilitar Wagner, Yevgueni Prigozhin, ha durado sólo 24 horas, pero causó un enorme daño a la reputación del régimen de Putin. Resulta que el Kremlin ha creado una gran amenaza para el país con sus propias manos y ha resultado ser totalmente incapaz de resistirla. Incluso ahora, cuando al parecer Prigozhin logró llegar a un acuerdo con las autoridades, la actitud de los funcionarios y propagandistas rusos muestra una completa confusión que reina entre las élites, escribe la Fundación Jamestown.
Inmediatamente después del comienzo de la “marcha hacia Moscú» de Prigozhin, los propagandistas mantuvieron una actitud de expectación, expresando sólo las declaraciones oficiales del Ministerio de Defensa ruso y el FSB (Servicio de Seguridad Federal de Rusia). Sin embargo, después del discurso de Vladimir Putin, quien llamó a los organizadores de la rebelión «vendidos» y «traidores de la patria», los medios progubernamentales y los corresponsales de guerra comenzaron la condena masiva del fundador del grupo «Wagner».
Los primeros artículos sobre el tema de los disturbios en los medios oficiales rusos fueron relativamente discretos, indicando que “Prygozhin está enfermo de bonapartismo» y que sus acciones “hacen el juego a los enemigos de Rusia”. El mismo día, apareció un artículo en el medio estatal RIA Novosti, que afirmaba que el creador de Wagner se convirtió en un apóstata del Estado, un aliado del enemigo y un traidor de sus propios combatientes», que se convirtió en la principal narrativa propagandística hasta el final de la rebelión.
Las agencias de información rusas han publicado artículos con el característico título “El camino del traidor”, en los cuales discutieron la posible conexión de Prigozhin con «enemigos de Rusia», incluido Mijail Jodorkovskiy, un político opositor que apoyó el motín. Los autores del canal de televisión ortodoxo Tsargrad llegaron a declarar que Jodorkovsky y otros opositores rusos, en cooperación con los servicios especiales occidentales, son los «clientes» del motín. Es interesante que los analistas militares rusos se expresaron sobre la situación de una manera mucho más suave, calificando las acciones de Prigozhin como «exageradas» y señalando que este «no es un método para resolver el problema«.
Después de que el secretario de prensa del presidente de Rusia, Dmitri Peskov, anunciara que se retirarían los cargos contra Prigozhin, la mayoría de los propagandistas redujeron drásticamente el impulso de la condena del rebelde, y algunos autores de los canales progubernamentales de Telegram afirmaron que no hubo ningún intento de golpe en absoluto. Según ellos, Prigozhin sólo encarnó el «ritual arcaico de entrega activa de kowtow (acto de respeto profundo que se expresa a través del arrodillamiento, ed.) a la capital» en total conformidad con las tradiciones rusas.
El cambio tan brusco de paradigma lo notó incluso la “corresponsal de guerra”, Anna Dolgaryova, quien en su columna para RIA FAN de Prigozhin habló con desdén sobre aquellos «que anteayer levantaron la bandera del Wagner, y ayer exigieron con todo su furor para castigar a los rebeldes». Sin embargo, hubo quienes, a pesar de la ilusión de un cambio de paradigma, continuaron llamando traidor a Prigozhin. Por ejemplo, el diputado de la Duma Estatal, el general Andrey Gurulyov, en el programa Tarde con Vladimir Soloviev el 25 de junio, declaró que personalmente se vengará de Prigozhin por aquellos que murieron como resultado del motín de pilotos rusos, y prometió a los fundadores del grupo Wagner “una bala en la frente”.
Gurulyov inesperadamente pudo predecir las intenciones de las altas autoridades: el 26 de junio, Vladimir Putin volvió a pronunciar un discurso en el que una vez más calificó el comportamiento de los «wagnerianos» de motín y traición. Al mismo tiempo, apareció información en los medios de comunicación oficiales rusos de que el caso penal contra Prigozhin finalmente no se había cerrado, y el jefe del Comité de Legislación de la Duma Estatal, Pavel Krasheninnikov, anunció que la empresa paramilitar ya no podría reclutar prisioneros.
Mientras tanto, la propaganda rusa finalmente se orientó y trató de sacar provecho incluso de una situación absolutamente vergonzosa, diciendo que el sistema de gobierno ruso había logrado resistir y pasar su «prueba de madurez«. Ya el 25 y 26 de junio, los propagandistas del canal «Soloviev LIVE» encontraron al principal «culpable» de lo sucedido: los años 90, que son ferozmente odiados por la Rusia moderna, y Occidente que, según ellos, impuso a Rusia un sistema de “capos” criminales. Los propagandistas aseguran que el comportamiento de Prigozhin fue sólo una continuación de este sistema, que no fue destruido durante los veinte años de Putin.
Basándose en esta tesis, los propagandistas han desarrollado varias narrativas. En primer lugar, han señalado que este sistema debe ser destruido inmediatamente, dado que “Rusia es un imperio, un Estado vertical, que existe fuerte o no existe en absoluto”. Un famoso politólogo del Kremlin, Serguey Markov, también afirma que el país «necesita unidad de liderazgo, como ha declarado anteriormente el presidente». Los constantes llamamientos a fortalecer el Estado sugieren que la principal consecuencia de la rebelión será inevitablemente una mayor represión.
En segundo lugar, los propagandistas intentaron en vano salvar la imagen de Putin, que se ha visto seriamente afectada. Basándose en el hecho de que los ciudadanos comunes no se unieron a la rebelión, concluyeron que el público «le ha dado al presidente una credibilidad increíble que ningunas elecciones puede dar», y luego declararon que las elecciones presidenciales de 2024 son «sólo una formalidad». Dichos pasajes pueden ser el inicio de una paulatina preparación de la sociedad ante la idea de cancelar elecciones.
Es muy revelador que la propaganda prácticamente evitó mencionar el hecho de que los combatientes de Prigozhin lograron capturar los principales objetivos estratégicos en Rostov del Don y llegaron casi a Moscú sin ningún obstáculo. Esto demuestra no sólo la flagrante falta de profesionalismo de las fuerzas armadas y de seguridad rusas, sino que también genera sospechas de que ciertas personas en el liderazgo del Ministerio de Defensa y el Servicio Federal de Seguridad contribuyeron a las acciones del fundador del grupo Wagner. Ya hemos señalado que la confrontación en las élites rusas y los servicios especiales tiene un carácter cada vez más violento, y ahora esta tendencia sólo se está intensificando.
Fuente: Ksenia Kirillova para Krym.Realii
El artículo fue reimpreso con el consentimiento de Jamestown Foundation