Fuente: Ksenia Kirillova, para Krym.Realii
Casi ningún programa político popular ruso en los últimos meses se realiza sin llamamientos a un ataque nuclear contra los países occidentales y Ucrania. El propagandista “principal” de Rusia, Vladimir Soloviev, es el más ansioso en la «histeria nuclear», atacando incluso a «expertos» completamente favorables a la guerra por no estar preparados para convertir Ucrania en un desierto radiactivo o atacar a los países de la OTAN, escribe la Jamestown Foundation.
Los compañeros de Soloviev, por su parte, se justifican diciendo que no les da pena ninguna Ivano-Frankivsk (la ciudad occidental de Ucrania, ed.), por ejemplo, pero que no querrían contaminar Kyiv con residuos radiactivos, ya que planean anexionársela.
Lo más peligroso de este tipo de propaganda no es solamente su contenido agresivo, sino también el trasfondo emocional sobre el que se presenta. Apelando a la destrucción del mundo, Soloviev y propagandistas similares a él están creando, al mismo tiempo, una imagen de Rusia como víctima, un país demasiado temeroso y noble, incapaz de dar los pasos más necesarios para defenderse. La propaganda pinta un mundo en el que Rusia se enfrenta a una terrible amenaza que sólo puede detenerse con un ataque nuclear, y nada más. Al mismo tiempo, parece como si los adversarios de Moscú lucharan en territorio extranjero, mientras que Rusia no se atreve a atacar ni siquiera en «su propia tierra», con lo que los propagandistas se refieren a Ucrania.
Por un lado, dicha propaganda lleva a los ciudadanos rusos a creer que la guerra nuclear es inevitable y que necesitan lanzar al menos un ataque táctico para asegurar su propia supervivencia. Por otro lado, conduce al descontento con el gobierno, que en esta situación se presenta como débil, impotente e incapaz de proteger a su propia población.
Descenso en el ranking
Procedimientos similares tuvieron lugar en los años 2018-2020, cuando el ranking del presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, no dejaba de descender. Si a principios de 2019 sólo el 33% de los encuestados expresaron confianza hacia Putin, a finales de mayo de ese mismo año la calificación del líder ruso descendió hasta 31,7%. Posteriormente, en medio de la pandemia de coronavirus, el índice de aprobación del presidente ruso ha vuelto a alcanzar un mínimo histórico y ha caído hasta el 23%.
Formalmente, el descenso del ranking comenzó con la impopular reforma de las pensiones, pero es muy significativo que la reivindicación popular de entonces no se refería sólo al ámbito social. En particular, en el verano de 2021, los sociólogos observaron componentes del crecimiento de la demanda imperial-conservadora como un líder fuerte, el restablecimiento del orden en el país y la victoria militar. Los investigadores relacionaron con esto el fuerte aumento de la popularidad del dictador soviético Iósif Stalin y explicaron que la demanda imperial de la población se satisface en el espacio mediático, pero no en la vida real. En pocas palabras, Putin empezó a perder popularidad entre la gente corriente principalmente porque demostró su incapacidad para hacer frente a la amenaza de la que tanto había hablado.
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El elevado apoyo a la guerra por parte de la mayoría rusa en su fase inicial también estuvo significativamente relacionado con este fenómeno. Debido a que bajo la influencia de la propaganda la percepción de la amenaza por parte de Occidente ha ido aumentando con los años, en el momento de la invasión, los rusos se sintieron aliviados al creer que la «amenaza sería eliminada» y que Putin por fin había empezado a comportarse como un «líder fuerte”.
Actualmente, el líder de Rusia está bajo el riesgo de acabar en la misma situación peligrosa para él, cuando la única manera de aumentar su popularidad era el inicio de la invasión a gran escala. Por el momento, no se ha iniciado la nueva ronda de descenso de la calificación, incluso los expertos leales al Kremlin señalan que el nivel de ansiedad entre los rusos es cada vez mayor, y su naturaleza es diferente a la de la Unión Soviética tardía. Según ellos, la «ansiedad soviética» era movilizadora y ayudaba a superar las crisis, mientras que el estado actual de la sociedad puede caer en el abatimiento o la desesperación.
Crisis de la confianza
Otra consecuencia de la histeria nuclear propagandística pueden ser las dificultades durante la nueva ronda de movilización, el trato hacia la cual se caracteriza como negativo. Los propagandistas no dejan de repetir que el ataque nuclear al enemigo puede proteger la vida de los soldados rusos, y si el Estado comienza a enviar rusos al frente de nuevo, el descontento de la población crecerá aún más.
Da la sensación de que el Kremlin lo entiende, centrando sus principales esfuerzos propagandísticos no en tratar de convencer a los adultos, sino en influir en los niños. En primavera, periodistas independientes intentaron resumir el efecto de la propaganda en los alumnos. La información varía mucho según la escuela, la posición de los profesores y las peculiaridades de la percepción de un niño en particular. Algunos niños dicen que «ya no pueden más escuchar sobre la grandeza de Rusia», mientras que otros recogen con entusiasmo sentimientos radicales y lenguaje obsceno contra los «adversarios geopolíticos».
Sin embargo, independientemente de lo bien que los niños reciban la propaganda, está claro que la crisis de la confianza de Putin se producirá durante la actual generación de adultos. Por un lado, podría convertirse en una ventana de oportunidad para la oposición rusa. Sin embargo, si, como en 2019, no se aprovecha esta ventana, la respuesta del gobierno a dicha crisis podría ser una nueva ronda de escalada militar.
Fuente: Ksenia Kirillova, para Krym.Realii