Cuando hace un año el líder opositor ruso Boris Nemtsov fue asesinado a pocos metros del Kremlin, una joven morena, menuda y de risa vibrante pasó a convertirse en un estorbo para el Gobierno ruso. Zhanna Nemtsova (Nizhny Novgorod, Rusia. 1984) vivía a cinco minutos de casa de su padre y a 15 del puente Moskvoretsky, donde la noche del 27 de febrero fue asesinado Nemtsov por la espalda. Se presentó en la escena del crimen entre policías, periodistas y ciudadanos impotentes que ahora, según denuncia, prefieren olvidar.
Con su padre recién enterrado ella acusó al Kremlin. Recibió amenazas y decidió desaparecer de Rusia. Ahora ha vuelto a alzar la voz, pidiendo una investigación de verdad que esclarezca la relación entre los supuestos autores del crimen y el líder checheno, Ramzan Kadirov.
«Dejé Rusia en mayo, pero sigo las noticias y hablo con la gente. He pedido que se interrogue a Kadirov muchas veces. Rusia es ahora un país de bandidos. Putin ha construido un país de delincuentes y ha respaldado estas conductas criminales dando apoyo a Kadirov, diciendo que es un eficiente responsable de Chechenia», explica alumbrada por la luz de una vela. Ha citado al periodista en Bonn, la ciudad alemana que escogió para esconderse en un principio, en un café oscuro adornado con restos de fiestas de cumpleaños del día anterior. Un lugar discreto situado en la desembocadura de un puente envuelto en niebla. Nada que ver con la trepidante vida de hace un año.
En Moscú era una periodista conocida de la televisión rusa, su trinchera es ahora la distancia para seguir siendo dueña de su voz: «Si vives en Rusia eres un prisionero. No físicamente, pero es difícil pensar de manera independiente sin verse moldeado por la propaganda y el clima social. Por eso hay gente esperando a que Putin quiera investigar hasta el fondo lo que pasó con mi padre ¡No hay que esperar, hay que actuar y cambiar el sistema!».
La investigación ha identificado a varios chechenos como autores del crimen, y alguno de ellos está vinculado a las fuerzas de seguridad de Kadirov. Pero la pista hacia el hombre que ordenó asesinar a su padre se pierde precisamente ahí, en Chechenia: «La investigación que se ha llevado a cabo ha sido muy deficiente y muy condicionada por el Gobierno». Ahora el sospechoso Ruslan Geremeyev, «al que incluso la investigación oficial apunta como uno de los organizadores y sobre el que hay pruebas sustanciales, no está en la lista de buscados, y ni hubo una orden de detención ni fue acusado oficialmente», critica Nemtsova, que revela que «el equipo de investigadores envió un requerimiento para que Geremeyev fuese detenido, y el jefe del Comité de Investigación no lo firmó».
Una de sus batallas es precisamente que se interrogue a Kadirov, con el que su padre se había enfrentado públicamente. Hasta ahora no lo ha logrado. «Sé que la gente del Gobierno hace todo para detener la investigación, Putin dijo que se encargaría él y el resultado es que no se ha resuelto porque Putin no ha querido». Pero es consciente de que el problema no se circunscribe sólo a su caso: «En Rusia los criminales no son castigados».
Son los que alzan la voz los que sufren la presión gubernamental utilizando en ocasiones a actores intermedios como Anatoli Chubais, que fue el gran privatizador al servicio de Boris Yeltsin y al que Putin ha colocado al frente de una gran corporación pública. «Chubais me pidió que no insistiese en interrogar a Kadirov, o en que haya una investigación internacional y me dijo que cambiase de abogado», recuerda Zhanna, que se negó en rotundo a llegar a un acuerdo. «No se puso en contacto conmigo porque estuviese preocupado por mi vida, sino porque se lo pidió gente en el Kremlin. Chubais no tenía contacto con mi padre desde 2010, es un siervo de Putin, creo». Sus palabras se tornan en algún momento más prudentes cuando habla del Kremlin.
Pero luce una firmeza rocosa: «Creían que podrían influirme. Pero fue un fracaso. No podrán. Porque no vivo en Rusia y no quiero dinero. No hay trato».
Esa fortaleza sería complicado mantenerla en Moscú. «Estoy más segura aquí. En Rusia las autoridades tienen muchos instrumentos para presionarte. Pueden hacer que te despidan del trabajo, es muy sencillo. El paso siguiente es intimidarte. No necesitan hacerte daño en un primer momento, pero sí crear una atmósfera de miedo. Todo eso podrían habérmelo hecho si me hubiese quedado en Rusia. Así que creo que fue una buena decisión marcharme. Recibí amenazas cuando estaba todavía allí y al poco tiempo de mudarme aquí. Pero pararon, o alguien dio orden de que parasen».
Nemtsov es seguramente el político más importante que ha sido asesinado en la Rusia posterior a la Guerra Fría. Pero en las encuestas de opinión pocos rusos señalaron el crimen de hace un año como una de las noticias clave de 2015: «Existe una conducta social muy extendida en Rusia, la de la apatía. Y se puede resumir en una frase: ‘No me importa, porque no me afecta directamente’. Pero sí afecta», sostiene Nemtsova, poniendo como ejemplo las sanciones a Rusia, que han provocado ‘contrasanciones’ del Gobierno ruso contra productos europeos que han hecho que la comida sea más cara.
«Pero en Rusia falta la discusión pública», se queja la hija de Nemtsov, «nuestra sociedad sufre de infantilismo, porque no ve la relación que hay entre el imperio de la ley y la prosperidad y la seguridad. No se ve la libertad y la democracia como la única manera de desarrollo». Pero esto, puntualiza, «ha sido un concepto incubado por el régimen de Putin».
El control de los medios, el endurecimiento de las leyes contra la disidencia y la «tradición rusa de un Estado muy fuerte» que controla a la población son los factores que apunta Nemtsova como parte de esta pasividad generalizada: «El 26% de la gente tiene miedo de expresar sus ideas en público. La gente piensa que no puede ejercer ninguna influencia… Pero cuando se trata de su situación personal los rusos sí se mueven: los camioneros han protestado contra las tasas que les han puesto, y también la gente que tenía hipotecas calculadas en dólares. Entonces sí que repudian la anexión de Crimea, prefieren un rublo fuerte».
Durante estos años, según denuncia, se ha reducido el espacio para la crítica: «Para la oposición es difícil encontrar candidatos para puestos de representación. Porque la gente tiene miedo. Con la ‘perestroika’ los rusos empezaron a sentir que empezaba a haber algo de libertad, pero ahora sucede lo contrario. Y esto es lo que produce apatía».
Nemtsova no es de las que piensa que la crisis económica traerá un cambio político. Pero cree que el cambio llegará, y con él su regreso a Rusia. La duda es cuándo. «La vida me ha enseñado a no planificar demasiado. No creo que ahora sea una buena idea ir a Rusia ni siquiera para una visita corta. Para volver es necesaria una cierta sensación de seguridad».
En el café explota un globo y Zhanna mira instintivamente hacia la puerta del establecimiento. Luego retoma el hilo y sonríe: «Que impere la ley. Es una aspiración muy ambiciosa, la verdad».
Autor: Xavier Colás
Fuente: El Mundo