Fuente: Grupo de estudios en seguridad internacional de Universidad de Granada
Reproducido con el permiso del autor, Guillem Colom
La propaganda en redes sociales, las fake news, los trolls, los bots, la desinformación o la guerra híbrida se han consolidado como algunos de los hype informativos de este 2017. Es difícil hallar un medio de comunicación, comentarista, académico o político de nuestro país que no haya hecho referencia a alguno de estos conceptos para tratar sobre la supuesta injerencia de terceros países en la crisis catalana. Sin embargo, muchos de los comentarios que se han realizado sobre estos asuntos carecen de contextualización, se basan en interpretaciones erróneas de conceptos estratégicos y militares u obvian el análisis de las fuentes primarias.
Estas líneas no tienen por objeto analizar estas supuestas injerencias de terceros países sino presentar brevemente cómo Rusia concibe las operaciones de información, algo que los debates han obviado y cuyo valor intrínseco es fundamental para contextualizar estos hechos. En este sentido, recomendaría que su lectura se complementara con el magnífico análisis de Antonio Villalón sobre la Comunidad de Ciberinteligencia rusa, esencial para para cualquier persona interesada en conocer estos asuntos de suma actualidad.
Para Moscú, el control de los flujos de información y las infraestructuras físicas que lo posibilitan es fundamental tanto para garantizar la estabilidad doméstica frente a la ‘propaganda’ extranjera, como para influir en la opinión pública internacional. Este interés por el control de la información parte de la creencia de que la glasnost y las operaciones psicológicas aliadas fueron las últimas causantes de la caída de la Unión Soviética, y que los medios de comunicación rusos – en aquel entonces sin apenas control gubernamental – facilitaron que la insurgencia chechena explotara políticamente sus logros durante las guerras de Chechenia. Desde entonces, el Kremlin no sólo ha intentado consolidar su control sobre el espectro informativo ruso – desde medios de comunicación, servicios de mensajería o redes sociales hasta el ciberespacio nacional – sino que también ha explorado formas de proyectar su influencia más allá de sus fronteras.
Las operaciones de información a través de internet se han convertido en uno de sus pilares fundamentales. Estas son herederas de las tácticas de desestabilización soviéticas, pero explotan las posibilidades que brinda la Era de la Información. Pueden realizarse en tiempo de paz, pre-crisis y guerra en los niveles estratégico, operacional o táctico para lograr efectos informativo-técnicos, como la destrucción y disrupción de los sistemas de información y comunicaciones enemigos para degradar su capacidad militar en caso de guerra, e informativo-psicológicos, como la manipulación y control de la información para influir sobre las audiencias propias y adversarias. En consecuencia, cualquier actividad que pueda poseer una dimensión informativa, desde una declaración oficial o una noticia en un medio de comunicación de masas a un blog personal o un mensaje de Twitter, podrá ser utilizada para apoyar unas operaciones de información que buscarán influir en las percepciones culturales, ideológicas, históricas, científicas o filosóficas de los potenciales adversarios, neutrales y aliados de Moscú.
Aunque la doctrina de empleo de la guerra informativa permanece clasificada, las campañas de Crimea y Ucrania oriental sugieren que Rusia no sólo dispone de una amplia gama de herramientas militares para realizar operaciones de información –guerra electrónica, operaciones psicológicas, inteligencia, maskirovka o ciberoperaciones– sino también una gran variedad de instrumentos de control social, manipulación de la información, chantaje, extorsión o presión en los medios y en las redes sociales que podrán utilizarse en cualquier momento y contra cualquier actor para defender el interés nacional ruso. Además, si se tiene en cuenta que una parte importante de los tratadistas militares del país plantean la difuminación de la tradicional frontera entre paz y guerra y la emergencia de una ‘zona gris’ del conflicto, que Moscú considera a la Alianza Atlántica y todos los países que la conforman como adversarios del país o que el Kremlin pretende proyectar su poder blando más allá de sus fronteras, es posible sugerir que Rusia está utilizando operaciones de información en terceros países. No obstante, también parece evidente que los medios y los recursos destinados a cada una de las operaciones estará vinculada con el valor estratégico del objetivo. En cualquier caso, su estudio requiere un análisis sosegado, solvente académicamente y sin abusar de grandes titulares.
Guillem Colom Piella es Co-director y co-fundador de THIBER. The cybersecurity think tank