Fuente: Ksenia Kirillova, para Krym.Realii
A finales de noviembre, por toda Rusia se extendió una ola de protestas por parte de las esposas de los reclutas rusos que exigían el regreso de sus maridos a casa. Las mujeres, en su mayoría, no se arriesgan a hablar abiertamente contra la guerra, pero señalan que sus maridos han estado en el frente durante más de un año sin vacaciones ni rotaciones, y se desconoce el momento de su regreso, escribe el Jamestown Foundation.
Las mujeres intentan organizar reuniones de protesta, buscan reunirse con funcionarios, pero, según ellas, reciben solamente las respuestas ‘huecas’.
Mientras tanto, los medios rusos filtraron información de que los vicegobernadores de las regiones rusas recibieron instrucciones de vigilar con atención el estado de ánimo de las esposas y otros familiares de los movilizados a la guerra, y que los gobernadores recibieron la tarea de detener las protestas externas a toda costa. En la práctica, los funcionarios prohíben las manifestaciones de protesta por el regreso de los soldados del frente y, en cambio, intentan «apaciguar» a sus familiares con promesas de nuevos beneficios en reuniones cara a cara.
Es evidente que las autoridades rusas están muy preocupadas por estos disturbios y los consideran una grave amenaza para ellos mismos. Mientras tanto, los observadores políticos independientes intentan comprender qué solución elegirá el presidente ruso, Vladimir Putin, en la situación actual: el anuncio de una nueva ola de movilización para garantizar la rotación de los movilizados anteriores, o una reducción de la intensidad de las acciones militares, lo que conducirá a un «congelamiento» de la guerra. El conocido politólogo Vladimir Pastujov señala que en el primer caso las autoridades corren el riesgo de enfrentarse a una nueva ola de descontento popular, pero el fin de la guerra traerá riesgos aún mayores para ellas. En este caso, el Kremlin tendrá que volver a la agenda «pacífica» habitual y resolver los problemas urgentes del pueblo sin poder depender de la «droga» de la consolidación militar de la sociedad.
Ya hemos señalado antes que Putin, en realidad, ha hecho de la guerra en Ucrania la piedra angular de su gobierno, lo que le hace extremadamente difícil ponerle fin. Por otro lado, el apoyo a la imagen de Putin como un líder que, en condiciones de guerra, es capaz de «proteger» a los rusos y proporcionarles una vida normal a pesar de la «amenaza externa» es cuidadosamente cultivado por el Kremlin, y su destrucción amenaza a las autoridades con grandes riesgos.
Incluso los sociólogos pro-Kremlin enfatizan que la gran mayoría de los rusos son apolíticos y tratan de distanciarse lo más posible tanto del gobierno como de la guerra. En una situación en la que los rusos prefieren no mencionar las verdaderas causas de la guerra y tratarla como un fenómeno natural, Vladimir Putin realmente comienza a ser percibido por ellos no como la causa de la guerra, sino como una persona capaz de proteger su vida pacífica de la destrucción.
Al mismo tiempo, se puede ver que el gobierno gasta enormes recursos para mantener la ilusión de una vida ‘como antes’ — próspera y plena, incluso en condiciones de sanciones. En particular, el Kremlin está tomando medidas para fortalecer el rublo al menos antes de las elecciones presidenciales. Esto se ve facilitado en mayor medida por la norma según la cual, a partir del 16 de octubre y durante los seis meses siguientes, varios exportadores rusos deben colocar al menos el 80% de sus ingresos en divisas en bancos rusos y luego vender al menos el 90% de este volumen en el mercado.
Las revistas de negocios rusas informan triunfalmente sobre la mejora del clima de negocios en el país en comparación con el mes anterior y promueven activamente el turismo interno en las regiones rusas. Según los autores de la revista citando el Ministerio de Desarrollo Económico de Rusia, para la temporada de invierno están previstos hasta 30 millones de viajes turísticos por las regiones rusas. Las regiones, por su parte, están reconstruyendo activamente sus infraestructuras, preparándose para recibir a los turistas. Los autores del artículo predicen que «el sector turístico, a la vista de los resultados de la temporada invernal, puede convertirse en uno de los motores del crecimiento económico» (Expert.ru, November 20).También se necesitan fondos considerables para mejorar la situación demográfica, sobre la cual el Kremlin se ha preocupado recientemente. Por un lado, en el país se están presentando nuevas iniciativas destinadas a prohibir o restringir el aborto. Sin embargo, incluso los analistas militares rusos señalan que es imposible obligar a las mujeres a dar a luz únicamente mediante prohibiciones. Para que la gente quiera tener hijos y criarlos, no sólo se necesita apoyo material, sino también estabilidad, desarrollo del país y confianza en el futuro.
Es indicativo de que el Kremlin también lo entiende. Por ejemplo, en un taller sobre política interna para representantes de comités electorales regionales y vicegobernadores, representantes de la administración presidencial explicaron a las autoridades regionales que «la gente está esperando el fin de la operación militar especial (como llaman las autoridades rusas a la guerra a gran escala contra Ucrania, ed.), y ya están cansados, por eso es importante demostrar que nada amenaza sus vidas cotidianas y que el país tiene un futuro claro«.
Se hacen esfuerzos especiales para crear la ilusión de una «antigua vida normal» en la bohemia rusa. Los periodistas de investigación informan que en lugar de Tatler, Vogue y GQ, que abandonaron Rusia, organizaciones juveniles pro-Kremlin estrechamente relacionadas con la administración presidencial crearon su «glamurosa» revista Moskvichka. Para trabajar en la nueva revista, los editores tuvieron que atraer a estilistas y fotógrafos del extranjero, ofreciendo «cualquier dinero» a quienes aceptaran. Moskvichka muestra fotos de vinos rusos caros, salones de belleza, boutiques, restaurantes, hoteles, etc.
Sin embargo, si se anuncia una nueva ola de movilización al ejército, todos esos proyectos tendrán que suspenderse. La economía rusa volverá a perder decenas o incluso cientos de miles de especialistas capacitados, y el dinero destinado al desarrollo del turismo y otros proyectos, por no hablar del glamour, probablemente tendrá que redirigirse a necesidades militares. Lo más probable es que antes de las elecciones presidenciales las autoridades rusas intenten equilibrar la actual frontera entre paz y guerra, pero después de las elecciones tendrán que tomar algunas decisiones impopulares.
Fuente: Ksenia Kirillova, para Krym.Realii
Artículo reimpreso con autorización de la Fundación Jamestown