Fuente: Centro de Comunicaciones Estratégicas y Seguridad de la Información
El sábado 13 de enero se celebraron elecciones presidenciales y parlamentarias en Taiwán. Para el puesto de jefe de Estado competían tres candidatos, dos de los cuales representan las principales fuerzas políticas de la república: el Partido Democrático Progresista y el Kuomintang. Las elecciones en Taiwán llamaron la atención de la comunidad internacional porque sus resultados podrían influir en la decisión de la República Popular China de invadir la isla. Y esto conducirá inevitablemente a la intervención estadounidense y al inicio de una nueva guerra regional, comparable en escala a la ruso-ucraniana. Vamos a ver lo común y lo diferente entre los conflictos entre Moscú y Kyiv, y entre Beijing y Taipei.
Retórica sobre la reunificación
El líder de la República Popular China, Xi Jinping, siempre ha afirmado que Taiwán es una parte integral de China y, por tanto, la reunificación de la isla con el continente es una perspectiva inevitable y el principal interés nacional. De las palabras de Xi Jinping se desprende que el «regreso» de Taiwán debería producirse durante su mandato. Beijing se muestra dispuesto a resolver la «cuestión de Taiwán» por medios armados y enfatiza su derecho a recurrir a métodos militares.
Tal comportamiento recuerda mucho a la retórica de Putin sobre la falta de fundamentos para la independencia de Ucrania, sobre los rusos y los ucranianos como un solo pueblo y sobre el derecho de Moscú a controlar el destino de Kyiv. Las claras analogías en la propaganda de Moscú y la de Beijing crean la tentación de equiparar las causas y la naturaleza de los dos conflictos en diferentes partes del planeta. Los partidarios de los ucranianos y los taiwaneses a veces los presentan como pueblos que de la misma manera luchan por liberarse de los imperios invasores. Los opositores, por otro lado, describen a Ucrania y Taiwán como provincias rebeldes y títeres de Occidente en la confrontación global.
Sin embargo, en ambos casos, la equiparación de los casos de Ucrania y Taiwán es incorrecta, porque existen diferencias fundamentales entre los dos países desde el punto de vista del derecho internacional, la historia y la situación política interna.
Taiwán es China, pero Ucrania no es Rusia
La tesis de un pueblo e, incluso, de un país con ciertas reservas puede considerarse justa cuando se trata de vecinos a ambos lados del Estrecho de Taiwán.
El nombre oficial del Estado en la isla de Taiwán es República de China. De hecho, es un fragmento superviviente del Estado formado en 1912 como resultado de la Revolución Xinhai contra el Imperio Qing chino. Tras la derrota en la guerra civil con los comunistas, que proclamaron la República Popular China, en 1949 las autoridades de la República de China fueron evacuadas a la isla de Taiwán.
La existencia de dos Chinas repite la situación de los dos Estados alemanes (República Federal de Alemania y la República Democrática Alemana) antes de 1990, o de las dos Coreas actuales (la República de Corea y la RPDC).
La diferencia radica en la relación entre población y territorio: la República Popular China «continental» tiene 1.400 millones de habitantes en una superficie de 9,5 millones de kilómetros cuadrados, y la República de China insular tiene 23 millones de habitantes y 36 mil kilómetros cuadrados.
Las autoridades de Taiwán, al menos formalmente, reclaman el territorio de China continental del mismo modo que la República Popular China reclama la isla. Sin embargo, objetivamente, la «reunificación» es más probable bajo los auspicios de la República Popular China, y ese escenario no conviene a la mayoría de los taiwaneses.
Las relaciones entre Kyiv y Moscú son fundamentalmente diferentes. Ucrania no se considera una «Rusia alternativa», tampoco reclama territorios rusos.
¿Quiénes son taiwaneses?
Históricamente, la isla de Taiwán estuvo habitada por pueblos de la familia lingüística austronesia, emparentados con la población indígena aborigen de Australia y Oceanía. A finales del siglo XVII Taiwán fue capturada por el Imperio Qing y desde entonces la isla ha estado sujeta a la colonización china. Hoy en día, más del 96% de la población de Taiwán es de etnia china, de los cuales aproximadamente el 10% son descendientes de refugiados de China continental durante la guerra civil y después de la victoria comunista.
Étnica y lingüísticamente, los chinos taiwaneses son algo diferentes de los chinos continentales. Esto se debe a la diversidad cultural y dialectal general del pueblo chino, que es el más numeroso del mundo. Más de 70 años de experiencia de vivir en diferentes Estados, uno de los cuales es comunista y el otro ha elegido un sistema político y económico de tipo occidental, también dejaron una cierta huella.
El complejo proceso de búsqueda de una identidad nacional aún está en curso entre los taiwaneses. Durante los años 1949-1993, la isla estuvo continuamente gobernada por el Partido Kuomintang, que perdió la guerra civil en el continente ante los comunistas, y en Taiwán fue el principal líder de la idea de una China unificada. Más tarde, bajo la presión de la oposición, se produjo la democratización en Taiwán y ahora el Kuomintang pierde periódicamente elecciones frente a una nueva fuerza política, el Partido Democrático Progresista. Este último cuidadosamente promueve la idea de abandonar la «herencia china» y declarar un nuevo Estado independiente de Taiwán.
A diferencia de los taiwaneses y los chinos, la diferencia entre ucranianos y rusos es un hecho científico y político. Los ucranianos tienen su propio idioma, cultura única e identidad nacional. El intento del Kremlin de destruir la identidad ucraniana —que se distingue de la rusa— es la circunstancia más dramática de la agresión, lo que le confiere un carácter genocida.
Derecho internacional
Desde 1971, la República de China no es miembro de la Organización de las Naciones Unidas. Ese año, la Asamblea General de la ONU votó a favor de transferir el mandato chino de Taipei a Beijing, incluido el puesto de miembro permanente en el Consejo de Seguridad. Los intentos de Taiwán de regresar a la ONU son bloqueados sistemáticamente por la República Popular China.
Actualmente, sólo 13 Estados continúan reconociendo diplomáticamente a la República de China: Belice, Guatemala, Haití, Islas Marshall, Nauru, Palau, Paraguay, San Vicente y las Granadinas, Saint Kitts y Nevis, Santa Lucía, Tuvalu, Eswatini y el Vaticano. Sin embargo, esto no crea un obstáculo para que Taipei lleve a cabo la diplomacia a través de sus representaciones económicas y culturales, que desempeñan el papel de embajadas de facto.
Taiwán está fuertemente integrado en la economía mundial; por ejemplo, es líder mundial en la producción de microchips para electrónica. El papel económico de la isla, así como las tradiciones de sus relaciones con Estados Unidos desde la Guerra Fría, hacen que la intervención internacional en un potencial conflicto chino-taiwanés sea casi inevitable.
La República Popular China nunca ha reconocido ni a la República de China ni a la idea de un Taiwán independiente. Y ésta es otra diferencia con el conflicto ruso-ucraniano. Ucrania es miembro fundador de la ONU desde 1945, reconocida por toda la comunidad internacional, en particular por la Federación Rusa. Antes de la guerra de 2014, se firmaron más de 400 acuerdos bilaterales entre Kyiv y Moscú, incluido el reconocimiento de fronteras, la integridad territorial y las garantías de seguridad.
El fantasma de la guerra
Las elecciones actuales en Taiwán son muy importantes porque Beijing tiene su favorito. El Kuomintang, que luchó contra el Partido Comunista en una guerra civil y luego lo desafió desde una pequeña isla, ya no es un problema para la República Popular China.
En cambio, Beijing siente un peligro real por el proceso de declaración de independencia de Taiwán, que está llevando a cabo el Partido Democrático Progresista. Si Taiwán se convierte no sólo de facto sino también de jure en un país separado, la misión de la reunificación china está en peligro.
La actual presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, representa precisamente a este Partido Democrático Progresista, lo que resulta inconveniente para la República Popular China. Ocupó el cargo durante dos mandatos seguidos (desde 2016) y, según la ley, ya no tiene derecho a presentarse como candidato. Sin embargo, otro representante de esta fuerza política, el vicepresidente Lai Ching-te, era el favorito en la carrera electoral y ha ganado las elecciones con un poco más que 40% de votos. Su victoria puede ser una señal para Beijing de que la idea de independencia ha comenzado a prevalecer en la isla y, por tanto, ya no es posible retrasar la «reunificación».
Para Ucrania, la situación en la que las elecciones nacionales se convierten en un desencadenante de disturbios en la política exterior es familiar. Rusia también siguió de cerca los procesos electorales en nuestro país y tuvo sus favoritos en las elecciones, a quienes alentó no sólo con palabras. En este sentido, Ucrania y Taiwán son bastante similares.
Además, los dos conflictos están relacionados geopolíticamente. Inesperadamente para el mundo, Ucrania rechazó con dureza los sueños de Putin de una «guerra relámpago en tres días». Y Occidente apoyó a los ucranianos más de lo que Moscú esperaba. Sin duda, la historia de Ucrania se ha vuelto muy instructiva para todos aquellos que planean resolver los problemas internacionales por medios militares. Pero esta historia, tanto como la de Taiwán, aún no ha terminado.