“Más te vale no tocar a Putin o a su círculo íntimo ni relacionarlo con escándalos». Tras la última ofensiva contra un medio crítico, periodistas describen cómo trabaja la maquinaria del Kremlin, escribe Javier Escalera para El Confidencial.
Todo empezó con una palabrota escrita en una papeleta que llevaba el nombre de Putin. Maxim Kovalsky, editor del diario ruso ‘Kommersant’, no pensó que pagaría con su puesto de director el hecho de publicar esa foto en portada. Alisher Usmanov, dueño del periódico, es uno de los hombres más ricos del país. Llevarse mal con el poder es un precio demasiado alto en una economía cuyos resortes siguen en manos del Estado. La foto fue la gota que colmó el vaso.
Eran los últimos días de 2011. Tres meses después, Vladimir Putin consumó tras una amplia victoria su regreso al Kremlin, que había anunciado en septiembre.
Desde entonces los medios de comunicación rusos han afrontado una situación más complicada: presiones, boicots y, en ocasiones, una fila de periodistas dejando su puesto después de dar informaciones críticas de calado. Es lo que ha ocurrido este mes con la publicación ‘RBC’, que despidió a los tres mandos más importantes de la redacción: Elizaveta Osetinskaya,Roman Badanin y Maxim Soluys. Las razones, según todas las fuentes que han aflorado en los últimos días, fueron las presiones del Kremlin, disgustado con las investigaciones que estaba llevando a cabo el medio: especialmente los llamados ‘Papeles de Panamá’, que implican a amigos íntimos del presidente en un entramado de lavado de dinero.
‘Es mejor no tocar a Putin o a su círculo íntimo ni relacionarlo con escándalos, más te vale no hacerlo’, se lamenta Andrei Pertsev, un periodista del diario ‘Kommersant’
Detrás de la cabecera se encuentra el magnate Mijail Projorov, que se midió con Putin en las elecciones presidenciales de 2012 con una candidatura de corte liberal que solo encontró algo de eco en las grandes ciudades. ‘RBC’ se había hecho con el podio del periodismo de investigación a fuerza de tesón pero también con un apoyo importante: pagando más que el resto de los medios, lo cual permitía un trabajo muy competitivo.
“Sí, el ambiente es mucho más hostil y la presión tiene una doble vertiente”, explica a El Confidencial Mijail Fishman, director de el ‘Moscow Times’, “la agenda informativa de la televisión nacional se ha convertido en propaganda pura y dura, y el resto de los medios algo más pequeños tienen su contenido bajo control”.
Aunque ‘RBC’ estaba lejos de suponer un problema grave para el Kremlin, la estocada supone un aviso para otros medios con ganas de saltar al ruedo del periodismo crítico. “Es mejor no tocar a Putin o a su círculo íntimo ni relacionarlo con escándalos, más te vale no hacerlo”, se lamenta Andrei Pertsev, un periodista del diario ‘Kommersant’ que no duda en hablar de “censura”.
Como recuerda el propio Pertsev, ‘RBC’ llenó el hueco de Gazeta.ru y Lenta.ru, dos cabeceras “purgadas” por el Kremlin. “Pero a medida que se volvió más influyente y fue citado más asiduamente por los medios extranjeros, se convirtió en algo dañino para su dueño, Projorov, que perdió el interés en el proyecto”. Todo siguió su inercia hasta que Projorov se topó con la policía rusa registrando su propio despacho. La pipa de la paz se fumó a costa de liquidar a la cúpula que ha impulsado la mayoría de las investigaciones. Incluida la que sigue la pista del dinero que el chelista Sergei Roldugin, amigo íntimo del presidente, tenía en el paraíso fiscal panameño.
La debacle de ‘RBC’ es tal vez el golpe más duro desde la ‘liquidación’, en diciembre de 2013, de la mayor agencia de prensa del país, RIA Novosti. Aquel lunes el mundillo periodístico se despertó con la noticia de que el conglomerado mediático se transformaría en una nueva organización, Rossia Segodnia, consagrada a “explicar al mundo que Rusia persigue su propia política exterior y que está dispuesta a defender con firmeza sus intereses”. Dimitri Kiseliov, un asiduo propagandista que no se cansa de relacionar a Ucrania con el nazismo pero que ha propuesto incinerar los corazones de los gays, se convirtió en el jefe del ‘invento’, que ha perdido a destacados corresponsales desde entonces.
En Rusia las opiniones críticas con el Kremlin suelen ser toleradas. Si vienen acompañadas de hechos descubiertos y denunciados públicamente, entonces es cuando vienen los problemas
“No es sólo que pierdas el trabajo, lo peor es que tu marcha das un pobre mensaje al resto”, explica Natalia, una joven periodista a la que le explicaron que no encajaba en el “nuevo proyecto propagandístico”. Alexander, un veterano de la agencia, se mantiene en su puesto aunque no entiende “la razón de envolver la propaganda vieja de toda la vida en un cascarón moderno sin el capital humano que teníamos”.
El canal Dozhd es considerado el más crítico con el Gobierno. Hace dos años se atrevió a hacer una encuesta preguntando a los televidentes si hubiese sido mejor rendirse y entregar Leningrado a los nazis para evitar la pérdida de cientos de miles de vidas. Esto hizo que las compañías de cable, supuestamente en respuesta a las quejas de los televidentes, quitasen la cadena de su parrilla. La persecución no ha terminado allí. El canal perdió el 80% de su audiencia, pero se adaptó a su nueva situación y se intentó hacer un hueco con emisiones online para suscriptores, pero entonces el Parlamento ruso prohibió la publicidad en los contenidos ‘premium’ en Internet. Ha sido investigada por extremismo y hasta por no tener en orden sus salidas de incendios. Desde el Kremlin el portavoz del presidente, Dimitri Peskov, niega “ningún tipo de presión institucional sobre los medios en Rusia”.
“En la redacción siempre nos alegrábamos de los éxitos de nuestros colegas, pero al mismo tiempo nos preocupábamos, porque sabíamos que esto no podría continuar para siempre”, escribía hace unos días Natalia Sindeyeva, fundadora del canal, al hilo del ‘caso RBC’.
En Rusia las opiniones críticas con el Kremlin suelen ser toleradas. Si vienen acompañadas de hechos descubiertos y denunciados públicamente, entonces es cuando vienen los problemas. Así ha pasado en los casos anteriormente citados y en otros como el canal RENtv o la web Grani.ru, que tiene el dudoso honor de haber sido la primera publicación online bloqueada en Rusia. Pero no fue la última. Esta presión sobre los medios se ha convertido, según Mijail Fishman, “en el nuevo día a día en el país desde la incorporación de Crimea”.
Autor: Javier C. Escalera
Fuente: El Confidencial