No es ningún secreto que las actividades de propaganda y desinformación de Rusia tienen un alcance muy amplio; de hecho, son de alcance mundial. Sin lugar a dudas, a pesar de su impulso global, son principalmente una herramienta de confrontación estratégica con Occidente. Incluso si estas actividades se dirigen a Estados y sociedades sudamericanas o africanas, sirven para debilitar la posición global de Occidente.

Moscú es consciente de que no puede derrotar a Occidente ni económica, ni militar, ni siquiera demográficamente. Por lo tanto, trata de dividir y desestabilizar a Occidente internamente; mientras que, en el contexto de la propaganda rusa, se habla mucho de ello, vemos menos de las acciones de Rusia llevadas a cabo en el llamado sur global, por ejemplo en la infoesfera africana (la esfera económica, sin embargo, los rusos la han cedido en África a los chinos, con los que son incapaces de competir).  Esto demuestra hasta qué punto Occidente sigue mirando al mundo a través del prisma de su propia perspectiva centrada en sí misma. Esto ha dado lugar a decepciones y sorpresas: en febrero de 2022, tras la invasión rusa de Ucrania, quedó patente que no todo el mundo condena unánime e inequívocamente esta agresión de la misma manera que Occidente, y que tampoco tiene necesariamente la intención de sumarse a las sanciones contra Rusia impuestas por los países del Bloque Occidental.

Mientras tanto, Rusia ha aprovechado de esta dinámica, aprovechando varios factores para reforzar su influencia:

1) la herencia de la URSS, que se presentaba a sí misma como defensora de los pueblos africanos oprimidos por los capitalistas occidentales imperialistas -hay que admitir que esto tenía que ver de facto con la rivalidad ideológica de la Guerra Fría con Occidente y la lucha contra guerras por poderes con él-, pero esto no era (y en cierto modo es) lo importante, sino la retórica de «defensa de los oprimidos» por parte del Estado socialista de los «trabajadores de las ciudades y el campo».

2) los sentimientos antioccidentales, ligados a la época colonial, a los que se culpa, supuestamente, de todos los problemas de África, y esto está ahora de moda y se lleva, al fin y al cabo en Occidente.

3) su rol militar como proveedor de armas, «asesores» y fuerzas paramilitares (con los «wagnerianos» a la cabeza), apoyando a regímenes africanos. A menudo bajo el pretexto, también de moda, de «luchar contra el terrorismo».

 4) los procesos migratorios y los consiguientes conflictos y tensiones crecientes entre el norte y sur como pretexto para acusar a Occidente de racismo, violación de los derechos humanos, etc., lo que en África encuentra un terreno muy fértil.

Además, la invasión de Ucrania sirvió a Rusia para reforzar su influencia en África. Antes de 2022, Ucrania exportaba entre el 70% y el 80% de todos los productos agrícolas, suficientes para alimentar cada año a unos 300-400 millones de personas en todo el mundo. Los países africanos eran importantes receptores de estas exportaciones, especialmente de grano. La agresión de Rusia provocó no solo un fuerte descenso de la producción agrícola ucraniana, sino también el bloqueo de las rutas de transporte a través de los puertos ucranianos del Mar Negro. Por otra parte, trajo consigo escasez de alimentos en África y un aumento de los precios. Rusia explotó este hecho con fines propagandísticos, acusando a Ucrania y a Occidente, que iniciaron (según Moscú) esta guerra e impusieron sanciones a Rusia, de ser los causantes de este déficit. Sin embargo, al mismo tiempo, Rusia exportaba grano a África, no sólo el suyo propio, sino también grano saqueado a Ucrania. El mensaje esencial, dirigido al público africano, era el siguiente: la causa de los males de África es, como siempre, Occidente (y en este caso también Ucrania, que no es más que un instrumento de Occidente), mientras que la ayuda y el apoyo los proporciona, como siempre, Rusia.

Por lo tanto, no es de extrañar que los países africanos se relacionen con la guerra de Rusia con Ucrania de forma moderada en el mejor de los casos, declarándose neutrales en la mayoría de los casos, y en el peor, adoptando posturas anti occidentales y, por lo tanto, anti ucranianas (sobre todo teniendo en cuenta que los medios de comunicación rusos, como RT, pueden emitir libremente en África).  Rusia, por su parte, no sólo coopera con apoyo militar a los regímenes africanos, sino también con un paraguas político a nivel internacional, por ejemplo como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

Jakub Olchowski