Fuente: Tetyana Savchuk, Krym.Realii
La desinformación que sale del Kremlin ya desde hace un largo rato está en el foco de la atención de los expertos internacionales y sus investigaciones, ya que su difusión puede tener consecuencias políticas y sociales en diferentes partes del mundo. La desinformación puede adoptar diversas formas y tener objetivos diferentes, pero el desafío para contrarrestarla está en la dificultad de detectarla. El Centro de Análisis de Políticas Europeas (CEPA) llevó a cabo un análisis de la política de Europa Central, mirando como se difunde la desinformación del Kremlin en Rumania. La autora del artículo, Korina Rebegea, explicó como los medios de comunicación masiva y los grupos en las redes sociales ayudan a “camuflar” los propósitos del Kremlin.
El ECFR recientemente ha realizado otra investigación en la cual analizó con detalles los esfuerzos de Rusia para desestabilizar los gobiernos y sociedades europeas, así concluyeron que la desinformación del Kremlin es ampliamente oportunista.
Korina Rebegea está de acuerdo con esta conclusión y señala que la desinformación “provoca a las emociones que ya existen dentro de los distintos grupos de una sociedad para ajustarlas al cumplimiento de las narrativas del Kremlin”. La autora llama a este método “una inversión relativamente barata para el aparato propagandístico”, y la confusión, junto con el pánico, que crea el Kremlin lleva sospechas y falta de confianza al sistema de los valores occidentales.
Para entender mejor las narrativas del Kremlin hay que comprender sus principios de difusión. En el caso de Rumania, por un lado, este tipo de narrativas son difundidas por los medios de información “sensacionalistas”, por otro lado con las agencias de noticias rusas y los grupos en Facebook para darles más volumen a las voces anti-OTAN y anti-EE.UU., las cuales, no hace falta aclararlo, vienen del Kremlin mismo. La autora agrega que estos medios de información y los grupos de Facebook ayudan en la difusión de la desinformación rusa.
Rebegea menciona el ejemplo rumano: cuando en Internet apareció una petición del 30 de agosto sobre que “el embajador estadounidense en Bucarest, Hans Klemm, fue expulsado del país”; lo mismo publicó en su facebook un político rumano. La agencia de noticias rusa Sputnik News Romania utilizó el momento y presentó esta presunta petición como “un desarrollo único de la OTAN”, los medios pro-Kremlin y grupos parecidos de Facebook empezaron a difundirlo, atacando a Klemm. Incluso lo llamaron “el comandante de la colonia Rumania”. Al final los políticos locales y los medios de información también empezaron desarrollar el tema “que había creado un evento mediático artificial para los medios de comunicación masiva rusos oficiales, para informar del asunto como si la sociedad rumana estuviera discutiendo”, informa Rebegea.
La autora explica que esta “colección de voces” surge junto con temas como vacunación, homosexualismo, capitalismo: o sea, cualquier asunto que contradice a los valores religiosos o tradicionales de Rusia.
“El ruido que hacen los noticieros digitales y especialmente las redes sociales les da a los propagandistas del Kremlin un camuflaje perfecto para echar aceite al fuego”, declaró Korina Reberea.
“El ruido que hacen los noticieros digitales y especialmente las redes sociales les da a los propagandistas del Kremlin un camuflaje perfecto para echar aceite al fuego”, explica la autora; esto también “crea una confusión entre la propaganda pagada y los agentes de la desinformación: o sea, los idiotas útiles con un programa político fijo, que entienden cómo manipular con las narrativas buscando sus beneficios y los consumidores de los medios comunes, que apoyan los puntos de vista ofrecidos”.
En sus conclusiones, Rebegea admite que es bastante difícil combatir las tácticas oportunistas en la desinformación, pero dice que, de todas formas, es importante revelar tales agentes del gobierno extranjero y evitar el lenguaje de propaganda, como “Rumania es una colonia de EE.UU.”, para no apoyar la maquinaria de la propaganda rusa.
La publicación original es de Radio Svoboda