Abandonó Rusia en 2014, tras un largo pulso con las autoridades del país, escribe Benjamín Quénelle para El Economista.
Es el Mark Zuckerberg ruso de la Red, y uno de los más acérrimos oponentes de Vladimir Putin. Uno de los más discretos, también. Obligado al exilio tras sus desavenencias con el Kremlin al, Pavel Durov cubre sus pasos y nunca está donde se espera.
El pasado diciembre, con la celebración del mayor foro de Moscú dedicado a la economía de Internet, muchos esperaban su presencia. Pero el fundador de VKontakte, principal red social del país, y de la sulfurosa mensajería Telegram no apareció. «No nos sorprende… ¡es un antisistema!» espetan varios participantes, a cual más joven e informal. «No quiere que su imagen se asocie con Rusia. Su visión y sus proyectos son globales.»
Desde su pulso con las autoridades en 2014 a propósito de VKontakte, juzgada demasiado rebelde y finalmente recuperada por afines al Kremlin a cambio de una gran suma de dinero (estimada entre 50 y 100 millones de dólares), Pavel Durov (31 años), se encuentra oficialmente en el exilio. Pero con frecuencia volvería a San Petersburgo a ver a su familia. No obstante, pocos se cruzan con él en su ciudad natal, donde en 2006, había creado esta red social a su salida de la universidad. Algunos lo creen en Berlín o en Bali. Otros lo han visto en Barcelona y en San Francisco.
No da señales de vida
Para ponerse en contacto con Pasha, así es como le llaman, lo mejor sigue siendo intentarlo en la Red, a través de las numerosas redes sociales, mensajería y direcciones de e-mail que utiliza. En vano? Después de dos meses de múltiples tomas de contacto, no da señales de vida.
«No es de extrañar…», declara a su vez Pavel Kushelev, experto reputado de las redes sociales rusas… «Pasha responde cuando le conviene, cuando tiene tiempo. Pionero en su sector, es consciente de su influencia, la de un empresario de éxito convertido en un medio de comunicación en sí mismo», explica mostrando en la pantalla de su teléfono el último mensaje personal recibido de Pavel Durov. Fue justo después de los atentados del 13 de noviembre en París. Telegram, la mensajería lanzada en 2013 junto a su hermano Nikolaï, estaba entonces en el punto de mira. Concebida para proteger a sus usuarios del control de las autoridades gracias a un sistema de encriptado más complejo y más seguro que el de su competidor WhatsApp, se reveló como una formidable herramienta para los terroristas, que supuestamente se habrían comunicado con total impunidad a través de esta aplicación antes de los atentados de París y de Saint-Denis.
Frente a las críticas, Pavel Durov respondió bloqueando 78 cuentas vinculadas con el Estado Islámico y endureció su vigilancia con respecto a los contenidos pornográficos. Repitiendo al mismo tiempo su lema: «Si criticar a un gobierno es ilegal en un país, Telegram no participará en esta censura». En Rusia, objetivo de un atentado el 31 de octubre, poco antes de los atentados de París, algunos reclamaron la prohibición de Telegram y de otras mensajerías instantáneas. «¿Por qué no prohibir las palabras?» ha contraatacado Pavel Durov.
En los medios del universo Web ruso, muchos esgrimen la misma ironía: «Si hay un asesinato con cuchillo, ¿el cuchillo tiene la culpa?». Sin embargo no se exime a Telegram de haber sabido desde hacía mucho tiempo que los yihadistas se comunicaban a través de su mensajería. «Desde su creación, unas 90.000 personas al día en Oriente Medio la han utilizado. Es enorme. Esto no ha podido pasar desapercibido. Rápidamente, la información ha filtrado que, entre estos usuarios, había gente del Daesh. Pero fue después de los atentados de París cuando Pavel Durov decidió bloquear cuentas», explica el especialista en Internet Igor Achmanov.
Esta reconocida figura de las redes sociales rusas hizo incluso negocios con Pavel Durov, cuando el fundador de VKontakte todavía necesitaba contactos para su desarrollo. «Un joven de comportamiento extraño, dijo, el rey de las cosas raras. Por otra parte, está enfadado con mucha gente». Igor Achmanov recuerda un episodio a la vez insólito y fuera de lugar: desde lo alto de sus oficinas en San Petersburgo, Pavel Durov había lanzado por la ventana billetes de 5.000 rublos (equivalente a unos 120 euros en aquella época) doblados en forma de pequeños aviones y se divertía contemplando a los viandantes. «¡Es salvaje!» resume Achmanov. «Tiene esa mentalidad de joven nuevo rico malcriado que no piensa en lo que hace. Pero que luego teme las consecuencias de sus actos».
Lecciones al gobierno francés
Este ha sido sin duda el caso tras sus comentarios sobre los atentados de París cuando Pasha llegó incluso a dar lecciones al Gobierno francés: «Es tan responsable como el Estado Islámico. Toma el dinero de los que trabajan duro en Francia con impuestos de un nivel escandaloso y los invierte en guerras inútiles en el Próximo Oriente y en crear un paraíso social parasitario para los inmigrantes del Norte de África».
Cien millones de usuarios
Lejos de lo políticamente correcto, sus observaciones han provocado una oleada de reacciones. Pavel Durov, que pasa ahora la mayor parte del tiempo en el confort de los países occidentales, ha terminado por preocuparse él mismo de sus repercusiones negativas. Inconvenientes, en el momento en que se esfuerza por expandir Telegram, que cuenta ya con 100 millones de usuarios, para obtener beneficios. Un objetivo comercial que no encaja con sus declaraciones a la ligera. Desde entonces, Pasha guarda silencio. «Es ante todo un introvertido. Con su energía pero también con sus complejos», advierte Matveï Alekseev, un veterano de VKontakte. Soltero, Pavel Durov se viste generalmente de negro y rara vez se deja ver. Tendría pocos amigos, aparte de un pequeño grupo de fieles.
«Es difícil trabajar con él. Habla poco», explica Alekseev que, al igual que muchos jóvenes cachorros del Internet ruso, forma parte de la generación Durov. Y no oculta su admiración por este Robin de los bosques de la Red que, en un país con un régimen autoritario, ha colocado la defensa de las libertades individuales por encima de todo.
Prolongado pulso
Es precisamente para defender su libertad de empresario por lo que en abril de 2014, a lo largo de un prolongado pulso con las autoridades, Pavel Durov prefirió abandonar Rusia. «Lamentablemente, la situación es incompatible en este momento con el negocio en Internet», declaró en aquel momento, obligado a abandonar la dirección de VKontakte después de haber tenido que ceder el control financiero a hombres de negocios proKremlin. «Me negué públicamente a colaborar con las autoridades. No pueden soportarme», confesó antes de su partida. Un acto de valentía frente al Estado, que temía la capacidad VKontakte para causar perjuicios así como a sus 100 millones de usuario en Rusia y en las antiguas repúblicas soviéticas. Especialmente en Ucrania… A los ojos del Kremlin, esta red social jugó un papel crucial en la revolución proeuropea en Kiev y el FSB (uno de los herederos de la KGB) deseaba recuperar los datos de los cabecillas que la había utilizado para movilizar a las masas. «Niet», respondió Durov.
En pocas palabras, una sonada dimisión y un repentino exilio al extranjero; Pavel Durov se convirtió a pesar suyo en el símbolo de la recuperación de las redes sociales por parte del Kremlin. Una paradoja puesto que, al mismo tiempo, las autoridades fomentan el desarrollo de Internet. En Moscú, por ejemplo, el ayuntamiento ha equipado con wifi gratuito los principales parques y, cada día, más de un millón de usuarios del metro se conectan a lo que constituye la primera red wifi gratuita de Europa en cuanto a número de usuarios. Pero los casos de censura en la Web se multiplican. Se duplicaron en 2015 con respecto a 2014, según el informe El Triunfo de la censura que acaba de publicar la asociación de abogados Agora. Se trata especialmente de sitios Web bloqueados por una simple orden o de personas perseguidas por haber colgado contenidos considerados extremistas. A veces, con penas de prisión: en diciembre, un bloguero de Siberia fue condenado a cinco años en un campo de trabajo -y a tres años de prohibición de acceso a Internet- por haber colgado vídeos proucranianos. Justo antes del exilio de Pavel Durov, el Parlamento ruso acababa de adoptar una nueva ley que imponía estrictas normas a los blogs: si el sitio Web recibía más de 3.000 visitas diarias, debía registrarse ante la autoridad de control de medios de comunicación y comprometerse a verificar la veracidad de las informaciones publicadas. Desde entonces, órganos administrativos y judiciales no dejan de apretar los tornillos.
Estas diligencias y regulaciones, especialmente la nueva ley en estudio para un mayor control del flujo de Internet, están en las antípodas de la libertad de expresión defendida por Pavel Durov. Incluso ante de su pulso con las autoridades sobre los datos de los cabecillas de la revuelta en Ucrania, ya se había negado a que VKontakte entregara al FSB los datos personales de opositores rusos. En su activo en particular: la negativa a bloquear la página de Alexeï Navalny, uno de los líderes de la oposición antiKremlin. Pasha no es un disidente político. Más que un espacio de debate de ideas, VKontakte consiguió duplicar a Facebook en Rusia porque era una plataforma de descarga y de streaming ilícitos de películas y de música. Con VKontakte, Pavel Durov pretendía ofrecer a todos, y sobre todo a los más desfavorecidos, el libre acceso a lo que estaba reservado a una élite acomodada. Con Telegram, pretende ahora defender el derecho del individuo a la vida privada y, enfrentándose al apetito de control de las autoridades, garantizar la libertad de intercambio de mensajes sin que estos sean leídos. Un libertario más que un rebelde.
Fuente: El Economista