Escrito por Álvaro Alba, para Martí Noticias
Ucrania perfilaba definitivamente su rumbo hacia Europa el 22 de febrero del 2014. Desde entonces, hace ya 10 años, se enfrenta abiertamente a Rusia en una guerra que muchos piensan erróneamente que comenzó el 24 de febrero del 2022.
La negativa del entonces presidente Víctor Yanukovich de firmar el Acuerdo de Asociación y Comercio con la Unión Europa (UE) y encomiarse por Moscú hizo que la sociedad civil ucraniana volviera a las calles a protestar y exigir su renuncia a finales de noviembre del 2013. El escape nocturno de Yanukovich a Rusia en febrero del 2014 fue la nota final de la victoria; y allí sigue “exiliado” hasta hoy.
No era la primera vez que, tras la independencia en 1991 al desaparecer la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), los ucranianos tenían que recurrir a las protestas para exigir sus derechos ante las autoridades.
Ávidos de transformación protagonizaron la Revolución Naranja en el 2004, cuando se negaron a aceptar el fraude electoral en las elecciones presidenciales. En las calles, bajo la intensidad de la nieve de noviembre y diciembre reclamaron una tercera votación, para elegir a Víctor Yushchenko como mandatario. Y lo lograron.
Años después, en noviembre del 2013, la Plaza de la Independencia (Maidan Nezalezhnosti) en Kyiv era el escenario de enfrentamientos, primero de estudiantes con la policía antimotines, y después de ucranianos llegados de todas las regiones del país, con una sola exigencia – Ucrania es Europa.
La movilización pública unificada y permanente
Durante varios meses la policía intentó desalojar a los manifestantes de la céntrica plaza, pero estos iban ocupando calles y plazas aledañas, montando barricadas, tomando control físico de la zona. La solidaridad con los estudiantes pasó a ser divisa nacional. Vinieron a protestar de todas las regiones, organizaron caravanas de autos para recorrer el país y conciertos en la plaza. No faltó la solidaridad internacional tanto de los países europeos, como de Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón, y otras naciones democráticas. Tampoco faltaron las palizas, los gases lacrimógenos, los chorros de agua fría y las detenciones arbitrarias por parte de la policía y su equipo especial Berkut. El mundo fue testigo de las vejaciones a que sometían a los detenidos.
Una de las lecciones más importantes de lo que llaman en Ucrania la Revolución de la Dignidad, fue precisamente eso, recobraron la dignidad en el país. Los ucranianos demostraron por segunda vez consecutiva que la movilización pública unificada y permanente (no aislada y por horario como pasó en Venezuela en esos mismos meses) permite y logra cambios políticos y la rendición de cuentas por parte de la élite gubernamental.
Demostraron ellos que mediante el compromiso cívico generalizado de los que protestan y la activa movilización pública se logran cambios políticos importantes.
A lo largo de esos meses se puso de relieve el papel esencial de las redes sociales y la tecnología para la organización, coordinación y difusión de información sobre los movimientos sociales. Si antes en Moldavia el Twitter fue imprescindible, en Ucrania fueron (Facebook, Twitter y Vkontakte) las redes que utilizaron los manifestantes para organizar marchas, mítines y caravanas, compartir información en tiempo real y llamar la atención internacional. La tecnología incrementó la voz de un movimiento social, dificultando al régimen pro ruso la represión de los opositores.
Esa larga batalla conocida como el Euromaidán fue la catapulta para iniciar la dinámica final del país hacia la Unión Europea y a la vez, el disparo de arrancada para la agresión e injerencia rusa a escalas nunca vistas.
La anexión de Crimea, la injerencia rusa en el este de Ucrania y la posterior invasión en el 2022, fue la respuesta del Kremlin a aquel movimiento político nacional.
La violencia policial, la represión a los manifestantes y la destitución y fuga de Yanukóvich pusieron de relieve las consecuencias de que un gobierno no atienda las legítimas demandas de su pueblo y la necesidad de que los líderes gobiernen de forma transparente, responsable e integradora.
Para Ucrania, el Euromaidán sacó a la luz temas de identidad étnica y nacional, que iban más allá de orientación geopolítica (Europa o Rusia), sino también la reafirmación de una identidad ucraniana distinta, lejana a la influencia rusa. Fue aquella revuelta la última revolución democrática en Europa del Este, la última anticomunista y anti imperio ruso.
Aquellas protestas enseñaron la fortaleza de la protesta colectiva para exigir cambios políticos, la misma que se vio en la Primavera Árabe, en las revoluciones de colores; el rol de la tecnología moderna en ellas, la interacción entre la política nacional y las relaciones internacionales, la necesidad de una gobernanza responsable y los dilemas de la identidad nacional en un país que combate a su vecino invasor para preservar la soberanía, la integridad territorial, su historia y la soberanía.